RUTA FUENTES DEL MARQUES
CARAVACA-MURCIA
5 de octubre de 2021

BREVE COMENTARIO SOBRE LA RUTA.
Las Fuentes del Marqués es un paraje natural situado a 2 kilómetros del casco urbano de Caravaca de la Cruz, Región de Murcia, España. Cuenta con un centro de interpretación de la naturaleza situado dentro de la Torre de los Templarios. Entre las especies vegetales se encuentran el pino canario, pino carrasco, fresno, álamo y encina entre otras. La fauna está representada por ardillas y aves como la abubilla, el mochuelo, el ruiseñor y otras especies.

IMÁGENES CAPTURADAS DURANTE EL RECORRIDO DE ESTA RUTA.

AGUSTIN SOLA
MARÍA

DOROTEO

AGUSTÍN AZNAR

PACO BLANCO

RECORRIDO Y PERFIL DE LA RUTA.

COMENTARIO COMPETO DE LA RUTA FUENTES DEL MARQUES
El comentario es una aportación de los compañeros de los Grupos de Historia, Flora y Fauna.

Las Fuentes del Marqués se encuentran a tan solo 2 kilómetros del casco urbano de la ciudad de Caravaca la Cruz y se tiene constancia de la existencia de este paraje natural, desde que el geógrafo árabe Al-Himyari lo describió por primera vez allá por los siglos XIII o XIV al hacer referencia a la existencia de dos fuentes de agua. Probablemente estos manantiales debían ser, las Fuentes del Marqués y de Mayrena.
Cuenta con un centro de interpretación de la naturaleza situado dentro de la Torre de los Templarios.
Este lugar ha sido finca privada desde finales de la Edad Media hasta que en 1989 el Ayuntamiento de Caravaca lo adquirió. Aunque hay que puntualizar que el uso del agua era común para todos los vecinos y se utilizada principalmente para mover los molinos del lugar y para regar las tierras colindantes donde se cultivaban sobre todo olivar y frutales.
En las Fuentes del Marqués nacen cuatro principales manantiales que proceden de acuíferos de la sierra de Caravaca.
Otro lugar destacable dentro de las Fuentes del Marqués son sus cuevas, donde se han encontrado materiales arqueológicos y cerámicas datadas en el siglo XI.
En la finca también se encuentra un albergue juvenilinstalado en un edificio del siglo XIX. Tiene capacidad para 44 personas e invita a disfrutar de todas las actividades senderistas, paisajistas y naturales que tiene el lugar.También encontramos elCentro de Interpretación de la Naturaleza, donde periódicamente se desarrollan conferencias y exposiciones. Está ubicado en el conocido Torreón de los Templarios.
Las Fuentes del Marqués ha jugado un papel destacado en el desarrollo económico de la ciudad en dos sentidos: por una parte la ciudad lo ha aprovechado para fines agrícolas y ganaderos, y por otra ha usado sus aguas para riego, talleres artesanales, pequeñas industrias y consumo humano y animal.
Dada la escasez de documentos sobre el reparto de tierras entre los nuevos pobladores en los primeros tiempos de dominación cristiana, resulta difícil conocer quiénes fueron sus primeros propietarios, aunque lo normal es que por la calidad de estas tierras fuesen a personas principales de la villa.
A finales del siglo XV, concretamente en 1494, según consta en los Libros de Visitas de la Orden de Santiago a Caravaca, algunos bancales de esta zona pasaron a ser propiedad de la Iglesia Parroquial de El Salvador dejando la suma de diez maravedíes. Otra parte de la tierra (la Dehesa de Mayrena) estaba destinada a pastos. Esta dehesa pertenecía al Concejo de la villa, el cual la arrendaba anualmente.
Si bien es cierto que la propiedad de la tierra era particular, el uso del agua era comunal para todos los vecinos. De ahí la preocupación del Concejo, reflejada en sus Ordenanzas y Mandamientos, por mantener limpia el agua. Así, por ejemplo, vemos como en 1586 el gobierno de la ciudad ordena limpiar el cauce del río de hierbas "por ser el agua de la que se abastece la villa". Asimismo cabe destacar que el agua se usaba también como fuerza motriz para batanes y molinos, uno de los cuales era propiedad de la Orden de Santiago, que lo tenía arrendado en 1507 al alcaide de la fortaleza, un tal Rodrigo de Moya. A mediados del siglo XVIII el dueño y señor de toda el área era D. Diego Uribe y Yarza, Marqués de San Mamés de Aras (de donde probablemente le venga el nombre al paraje).
Todavía en 1856 se mantenía esta propiedad entre las muchas pertenencias del marquesado. Y así ha permanecido la finca prácticamente indivisa hasta que recientemente (en 1989) fuera adquirida por el Excmo. Ayuntamiento de Caravaca pasando a ser patrimonio de todos los caravaqueños. Concretamente en un bando de la alcaldía fechado el 24 de Mayo de 1989 el Alcalde-Presidente del Excmo. Ayuntamiento de Caravaca de la Cruz, D. Antonio García Martínez-Reina, hacía saber a los caravaqueños, textualmente, que “uno de los mayores deseos de nuestro pueblo que ha sido tener como patrimonio Las Fuentes del Marqués, hoy esto es una realidad. LAS FUENTES DEL MARQUES SON YA DEL PUEBLO DE CARAVACA".
Viajemos hasta nuestro rico medievo. Caravaca ya estaba bajo la protección de nuestra Santísima Cruz y su fortaleza, gobernando desde el cabezo más alto, guarecida por un valeroso destacamento de caballeros templarios que guardaban las tierras circundantes y a sus pobladores de las acometidas moras que desde la vecina Granada asaltaban los campos de Caravaca para obtener botín y esclavos que llevarse de regreso a su califato. Uno de esos botines que se apropiaron los moros fue algo de incalculable valor para nuestras gentes: el paraje de Las Fuentes.
Semejante tesoro obraba entonces en posesión de un rico sayyid(señor) árabe que levantó allí su residencia estival, dotándola de un palacete y unos baños, a la manera musulmana, donde limpiar el cuerpo y el alma, allí donde hoy encontramos las Cuevas del Marqués, aprovechando las tibias aguas termales que discurrían en el subsuelo.
Una de las leyendas que rodean a Las Fuentes del Marqués es la de las pasiones, sobre todo en época estival, como las que consumieron a una bella joven mora y un noble caballero templario que hollaronla tierra caravaqueña con sus pies y cuyo amor, si bien hecho de pura llama, hizo sin embargo que las aguas del maravilloso paraje natural quedasen frías, heladas como el acero.
Él era un joven noble, un bisoño caballero templario aún en esa edad en la que la felicidad por las pequeñas y grandes cosas de la vida duraba días enteros. Su última razón de alegría era el haber sido reconocido por la muy noble Orden del Temple como miembro de pleno derecho y haber sido designado a uno de los destinos más importantes del reconquistado Reino de Murcia, ese que llaman “Carabaca”, bendecida por la presencia de una Cruz de doble brazo hecha de las maderas donde el Redentor derramó su sangre para salvación de la Humanidad, y cuya leyenda decía que tal era su poder divino que logró la conversión de un reyezuelo musulmán en la mismísima torre de la fortaleza donde unos ángeles del cielo la descendieron entre halos e himnos sagrados. La felicidad del joven templario por formar parte de los protectores de aquel lugar, pues, no podía ser mayor.
Ella era una muchacha musulmana de extraordinaria belleza y dolorosa melancolía. La hija del rico sayyid, que poseía Las Fuentes, en Caravaca, muy cerca de territorio cristiano; un ricohombre musulmán al que dejaban en paz, pues buenos tributos pagaba a la Corona de Castilla para ello. La joven gastaba sus días en la solitaria placidez de Las Fuentes, inmersa en la lectura durante el día y descansando sus pies en las templadas aguas del paraje durante la noche, sin mayor compañía que los trinos de los verderones en las enramadas y las zambullidas de las carpas en las aguas. Cuidábala su padre como una perla, pues era el mayor tesoro de su corazón; y aunque trataba de procurarle dicha con libros, música, y otros entretenimientos, no podía borrar por completo la languidez del rostro de su hija, pues a pesar de todo la soledad le hacía daño como un lento mal que enferma el espíritu.
Sucedió que el joven templario, aceptó el reto de someterse a la “novatada” típica por la que han de pasar todos los nuevos caballeros, se sometió a pasar una noche completa encerrado a oscuras en uno de los aljibes que surtían de agua al castillo, uno que ya no se utilizaba por estar medio ruinoso, y que por tantoestaba vacío,. Y así se hizo. El noble Jorge, como se llamaba el templario bisoño, tras varias horas de encierro en la oscuridad, comenzó a inquietarse y a deambular por el interior del aljibe. De forma afortunada, observó cómo una piedra se desprendía de la bóveda y, lleno de curiosidad, el joven Jorge investigó aquello hasta que dio con la entrada de un túnel que llevaba mucho tiempo clausurado. El intrépido caballero tomó una tea ardiendo y se adentró por el túnel, que estaba poblado por pequeñas alimañas, telarañas, y demás vida que prospera en la falta de luz.
Tras un largo y polvoriento paseo, el templario avistó claridad y se dirigió a la presumible salida del túnel. Oyó el correr de las aguas, la suave brisa del viento nocturno, y una voz, tan dulce que habría derretido hasta el escudo de hierro más duro, entonando una triste cancioncilla. Cuando Jorge emergió del pozo, oculto entre la frondosidad de los arbustos, sus ojos se cruzaron con los de Hayla, la melancólica hija del sayyid moro, que estaba sentada junto al arroyo; su voz enmudeció de la sorpresa y el amor prendió como una chispa de inmediato.
A partir de ahí, cada noche Jorge recorría el túnel, que mantenía en secreto por miedo a que su alcaide le prohibiera verse con su amada, para encontrarse con su impaciente dama mora. Ella también mantuvo el secreto y cada noche se deslizaba fuera del palacete de su padre para correr al encuentro de Jorge, donde compartían penas y alegrías y amándose como sólo dos jóvenes llenos de vida podían hacer. Pero el destino les tenía reservada una última noche.
Jorge recorrió una noche más el túnel con la ilusión de encontrarse con Hayla que le esperaba junto al arroyo, como en cada ocasión, con la intención de marcharse juntos. Desgraciadamente tanto los superiores de Jorge como el padre de Hayla, empezaron a sospechar dadas las salidas nocturnas de ambos. El alcaide de la fortaleza acabó descubriendo el túnel y a través del mismo envió un pequeño grupo de templarios para resolver el misterio. El noble musulmán hizo lo propio armando a varios de sus sirvientes por si les amenazaba alguna fiera salvaje en la búsqueda de la chica.
Cuando ambos jóvenes se encontraron se fundieron en un abrazo y se desató la tragedia. Los compañeros de Jorge salieron del túnel al mismo tiempo que llegaban los sirvientes del sayyid. Sin mediar explicación, se lanzó un grupo en contra del otro. Jorge permaneció inmóvil junto a Hayla, protegiéndola con su propio cuerpo. En medio del caos y la confusión, el señor moro observó a su hija abrazada al templario, y temiéndose un rapto y lleno de ira, cargó su arco con una flecha. La saeta voló en dirección a Jorge, pero fue a atravesar el costado de su hija Haya, quedando inerte en los brazos del joven templario. Los ojos de éste se llenaron de espanto y antes de que pudiera reaccionar, el sayyid, roto de dolor al conocer su terrible error, atravesó al paralizado Jorge con su espada. Ambos amantes, fundidos en un abrazo eterno, cayeron al arroyo de Las Fuentes. Y dice la leyenda que desde ese día las aguas perdieron su hasta entonces tibieza y se tornaron heladas, gélidas.
El resto de la historia se pierde en la conjetura. Se dice que el sayyid, con el alma ensombrecida, abandonó para siempre Las Fuentes. Los templarios reclamaron los terrenos del moro, derribaron su palacete y levantaron un torreón en su lugar.
¿Y qué ocurrió con los cuerpos de los amantes? Nunca se supo de ellos.

5 comentarios:

  1. Un día inolvidable. Muy interesante la historia de la cristiana y el musulmán aunque poco creíble pero así son los mitos.

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  2. Una ruta preciosa, con abundante arbolado, y la placidez del agua y como siempre una convivencia con los compañeros de grupo fantastica

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  3. Un día de ruta muy tranquilo que nos permitió disfrutar de un lugar precioso con el encanto añadido del agua y el deseado reencuentro con los compañeros de rutas

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  4. Una ruta muy sencilla y recomendable para todos los públicos y un lugar extraordinario

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